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9 de enero de 2012

13. Yo tomo con Jesús (Parte 1)


Cesar habría dejado la marihuana hace ya varios meses, sin embargo cada vez que estaba a punto de superar su adicción, el reventado de Jesucristo se las ingeniaba para arruinar sus planes. Jesús llegaba todas las noches raja curao´ al departamento que ambos arrendaban en calle Chacabuco con Tucapel; a veces con metaleras pasás´ a axila que traía desde el  bar "el refugio". Cesar decía que ese no era el problema, que en realidad lo era el mal gusto de su compañero de piso, quien siempre traía a las chicas menos agraciadas de la fauna local.

Los vecinos, que eran todos unos ateos de mierda, comenzaron a juntar firmas para expulsar al hijo de dios del edificio, decían estar aburridos del olor a orina y vómito en los pasillos, que Jesús no podía mostrar sus genitales desde el balcón y otras excusas baratas que a estas alturas no son dignas de ser mencionadas.
Un día viernes por la madrugada, ambos llegaron muy entonados, subieron hasta el tercer piso y se encontraron con un gran letrero que ponía: "Clausurado, servicio de salubridad de Concepción", sin saber muy bien que hacer, bajaron con cuidado las empinadas escalinatas del edificio, una vez en la calle Cesar inspiró la fría, húmeda y cautivante brisa nocturna, se dio media vuelta y acertó un puñetazo en plena nariz de Jesús.

Cesar caminó hasta el Hogar de Cristo, en Manuel Rodriguez, pretendía conseguir alojamiento pagando unas monedas; a esas alturas ya no sentía los efectos del alcohol y la súbita lluvia que se desencadenó lo empapaba de pies a cabezas. Consiguió llegar a la entrada de la institución, pero cuando se disponía a registrarse en la recepción, irrumpió Jesucristo estrepitosamente con una botella  de mankewito en la mano y la polera con pintas de sangre.
-¿Cómo estamos amigo mío?. -dijo abrazando a Cesar- Mira mi nariz. (dijo Jesús con cara de chicha)
-Lo siento Jesús, pero debes comprender que sentí mucha rabia, nada de esto habría pasado si no fuera por tu culpa.
-Ohh! descuida, dios es amor (respondió en notorio estado de ebriedad), no hay rencor.

El recepcionista, un cura que los miraba con cara de poca paciencia, dijo con voz impaciente:
-Señores, me temo que no les podré dar alojamiento.
-Pero está lloviendo, no nos puede echar a la calle así ¡eso es inhumano!. Exclamó Cesar.

Entonces apareció un gorilón con una gorra y una luma -Ya cabros´ se acabó la función, ¡pa´ la calle!- 
Y a lumazos los hizo salir a la calle.

Jesús enfurecido estalló en ira -No sabes quien soy yo. ¿Sabi´s quién soy yo? ¡Soy el hijo de dios conchaetumadre!
-Si weón y yo soy el papa. Dijo el guardia mientras los sacaba a empujones.

A regañadientes los jóvenes salieron a la inhóspita calle una vez más, sin embargo ante de llegar a Manuel Rodriguez Jesús se dio la vuelta y dirigiéndose al guardia que aun estaba en la puerta, gritó. -¡te llego a encontrar en el paraiso te voy a sacar la chucha weón!. y siguieron caminando hasta doblar en la esquina y perderse de vista.

Caminaron una cuadra por el bandejón central y decidieron sentarse en una banca protegida por un frondoso árbol en la esquina cerca de Cruz, Jesús sacó una cajetilla de Malboro y le convidó un cigarrillo a Cesar.
-Perdón por el combo que te pegué weón.
-No te preocupes amigo mio, yo soy la misericordia hecha carne.
-Hecha bolsa será, estay´ raja. -dijo encendiéndose el cigarro.
De pronto, un par de balizas se reflejaron en las ventanas de las casas, era un furgón de carabineros que avanzó hasta detenerse junto a ellos y desde el vehículo descendieron dos suboficiales con cara de boxer.
-Buenas noches jóvenes, sus carnet de identidad 
-Chuta... es que.. hay un problema mi cabo, no andamos con los carnet. -dijo Cesar-
-Claro... ¿Ustedes creen que somos weones? -dijo el el el suboficial- Miren, hay tres clases de weones que andan dando jugo a esta hora, los maricones, los que andan robando y los maricones que andan robando, ¿ustedes que wea son?

Continuará...

6 de enero de 2012

12. El Guerrero y el Demiurgo (Parte 1)


Cierto día atravesé mis costillas para salir a recorrer el mundo, una vez fuera pude observar como los horizontes anaranjados se fundían en la inmensidad de la noche, vi como en medio del suelo vacío las sombras de árboles secos se mecían de un lado a otro, pude ver como los pobres buitres sin ya nada para comer agonizaban de hambre y pena.. ya no tenían vida a la que acosar ni carne jugosa para satisfacer sus entrañas, ciertamente volar en círculos sobre el moribundo era para ellos parte de la ilusoria alegría del diario vivir, de aquellos buenos tiempos que ya no volverán..

Los buitres observaban con repugnancia a los hombres putrefactos, incomibles, aquellos que alguna vez fueron forjadores de una edad dorada hoy no podrían fabricar ni un solo ladrillo de barro, se pudrieron ahogados con corbatas costosas, cabellos de colores, abanos en la boca y asfalto, todos y cada uno de ellos creyendo escapar del mismo juego; hoy en día hasta los buitres enfermarían con tan solo probar sus carnes..

Vi a esos cuerpos sin vida matarse una y otra vez por artefactos viscerales, se envenenaban las tripas y los intestinos les sangraban, mas cuando conseguían detener las hemorragias se creían sanados, estaban enfermos y no eran conscientes.
Habían despolarizado la espiritualidad y olvidado su origen, tomaron al creador de la decadencia por dios y atrapados en la maravillosa ilusión del gozo y en la sobre excitación de los sentidos volvieron al barro una vez más, como los animales que siempre negaron ser.

Los vi caminando de rodillas con el barro hasta el pecho, los ojos sucios y las manos atadas a la espalda en un río de fango rojo, el abrumador calor los abrazaba y el cuero se les caía como quien arroja una polera sucia al suelo; sus músculos quedaban al aire.
No podría calcular cuantas horas ni cuanta distancia recorrí, el tiempo y el espacio se distorsionaban ante mí, y comencé a sentir la impotencia de no poder interactuar con los cadáveres, quería hablar con ellos pero no tenía boca, quería tomarlos del hombro pero no tenía manos para hacerlo, de alguna forma sentía compasión por ellos, al verlos en aquel estado en medio del fuego; me resistía a sucumbir en la indiferencia.

avancé una jornada y una noche contemplando todo tipo de calamidades, y de día mientras me desplazaba hacia unos verdes pastizales encontré a un muchacho de color azul oscuro que pastoreaba vacas en una colina, su piel era del color de las nubes cargadas de agua, y la flauta traversa que tocaba parecía cantar el lenguaje de la naturaleza, él me habló de antiguos dioses, de una creación distinta a la actual, de inmemoriales guerras que llegaban más allá del universo sensible; muchas de ellas perdidas, de Héroes y Avataras encarnados que sacrificaban la eternidad por la posibilidad de arrebatarle esta realidad a una bestia carcelera.

Aquel joven pastor afirmaba que todo cuanto yo observaba ahora era un mundo sin máscaras, una realidad sobrepuesta en donde nadie puede ocultar su identidad ni su esencia, en donde puedes encontrar a todas las entidades existentes en su desnudez máxima, pues aquí todos son lo que "realmente" son, mas éste es el lugar en donde se debieron librar las batallas del pasado y en donde sin duda se llevaría a cabo la última gran contienda, contra el ardid ilusorio del enemigo que seda a través de los sentidos.

Durante la madrugada siguiente, el joven pastor se dispuso a retomar su rumbo hacia las pléyades, pues su paso en estos recónditos parajes era solamente transitorio, antes de partir, sentados en el borde de un acantilado y contemplando la estrella de la mañana, me relataba con voz calmada y amena, que absolutamente nadie ocupa el sitio que no le corresponde, ni siquiera las entidades más sutiles, si aquellos cadáveres habían alcanzado tan decadente estado era porque a través de sus actos se hicieron merecedores de tal condición. -Nadie escapa de si mismo. Me dijo. -Y así como nadie escapa de si mismo.. tu ya has conocido la realidad inmaterial, tienes ahora el dharma de tomar parte contra las fuerzas elementales demoniacas. Lo admito, dudé, pero entonces el pastor consciente de mis pensamientos supo que no me podía conformar con la idea de matar, me dijo. -¿de verdad crees que puedes a matar?, dentro de uno no hay nada que pueda ser muerto, y si sientes compasión por esos cadáveres; ellos son solo materia, son cerebelos atados a un cuerpo, sin alma. Y me entregó una espada de fulgente fuego violeta, subió a un luminoso vimana dorado con sus vaquillas e inició su rumbo a las pléyades.
De la noche a la mañana sentí una total repulsión por todo aquello que me rodeaba, sentí asco por la creación misma y toda su falsa ensoñación, empuñé la espada de fuego que me fue dada por el pastor de vacas y avancé destruyendo todo a mi paso, todo sucumbía ante mi centelleante espada, hombres, niños, mujeres, no tuve piedad alguna al despedazarlos.


Continuará...

28 de diciembre de 2011

11. El pequeño lóbulo frontal atormentado por el mundo sensible


Estas sentado con tus amigos, bebiendo feliz de la vida y parafraseando acerca de cómo el lenguaje construye realidades, de Maturana y otros temas de ebrios intelectualoides que nos impiden expresarnos de la manera en que se nos dé la puñetera gana y que a nadie, excepto a ti bajo los efectos del alcohol le interesan. Entonces sientes unos profundos e impostergables deseos de ir a mear, te paras y caminas tambaleándote hasta una puerta de madera, levantas la tapa del inodoro, eruptas y de la nada te encuentras botado en el piso con un chichón en la cabeza y tus pantalones empapados hasta la altura de la rodilla, rápidamente te reincorporas, por alguna extraña razón creiste que nadie notaría lo de tus pantalones y saliste del baño sin siquiera lavarte las manos. Hasta ahí todo bien, parecía la típica tarde de un día jueves para ti, sin embargo debido a la insensibilidad provocada por el alcohol o a tu exacerbada manía de parecer rudo, sentías tus manos algo torpes; no le prestaste mayor importancia.
Llegaste a la mesa de tus amigos y te sentaste con naturalidad, todos te miraron con caras de pescados asustados -Me mojé con la llave del agua.- Dijiste y encendiste un cigarrillo.
-¿Se equivocó de mesa amigo?- Dijo Guillermo, tu compañero desde hace tres años.
-¿Jaja, me queri´s bacilar?- respondiste 
-No, en serio amigo, ese asiento está ocupado-
-¿No me digas weón´, y por quién si se puede saber?- Contestaste, con esa simpatía que te caracteriza.
-Por un amigo nuestro, ahí viene.. ¡Ey Brian acá!
Entonces la angustia se apodera de tu ser, te ves a ti mismo caminando hacia la mesa. De pronto tú no eres tú, o lo eres al menos en consciencia, ¿pero de que sirve ser tú, solo en tu propia consciencia? cualquiera podría conscientemente simular a nivel mental el mismo fenómeno, ¿podrían en realidad ser los recuerdos que parecen tan reales, esbozos de la realidad que tu consciencia, en su necesidad por auto completar el relato de tu biografía mental, haya tomado experiencias ajenas, como las de ese tal Brian? Ni siquiera es necesario que te hayas dado cuenta que procesaste tal conocimiento, pues tu cerebro solo es capaz de procesar el 1% de la información que recibe, pudiste haber incorporado aquel conocimiento inconscientemente escuchando una conversación en un autobús por ejemplo, y de pronto te abruma la idea de pensar que cosas contienen tus sesos, que mundos se ocultan detrás de la ínfima fracción de fotones que somos capaces de percibir.
Ya no te importa ocupar el rol que has desempeñado socialmente durante los últimos veinte años de supuesta existencia, dices adiós al efímero y corruptible mundo sensible, lo único que importa es la pre corteza frontal y el hipocampo de tu cerebro, quizás conectados a un ojo y a una batería para funcionar por algún tiempo más. Puedes vivir en tu propia simulación cósmica dentro de la simulación demiúrgica, entonces es ahí cuando te preguntas: ¿y de que me sirven estas piernas, estos brazos, esta carne?. Pues obviamente para mantener a tus sentidos ocupados.
Comienzas a mutilarte, no quieres ser el esclavo de un simple encadenamiento sensorial, comienzas por tus extremidades, tu abdomen, tórax, esa cárcel craneal llena de distractores  físicos, desistes de la idea de quedar conectado a un ojo, y finalizas siendo nada mas que un trozo de corteza pre frontal e hipocampo conectados a una toma de corriente, nunca más habrán confrontaciones con el tiempo presente, eres solo tú y la simulación cosmogónica.

26 de noviembre de 2011

10. Castillo Party Hard



Esa noche con los muchachos nos reunimos temprano en el bar El Castillo de Concepción, ese antro de metaleros levantados de raja y góticos con caras de pasteros que queda cerca del barrio estación. 
Era el cumpleaños número diecinueve de Leonidas, también conocido como Leonsida o cara de tortuga; por su pelada reluciente. Nos juntamos para celebrar como caballeros. 
Estaba Oscar; el infante de marina que andaba de franco, Fernando el de las pastillas para no convertirse en hombre lobo, Mario el menor de edad ilegalmente infiltrado, Cesar el exitoso con las mujeres, Diego "voz de terminator" y yo, el hombre sin descripción.
Subimos al tercer piso en donde no cabía un solo alfiler, no quedaban sillas, aunque la verdad es que eso no nos importó demasiado, dejamos la docena de botellas de cerveza sobre la mesa y nos dispusimos a beber de pie, hablando de pudúes, peleas y otros temas menos trascendentales. 
A medida que el alcohol entraba en nuestros cuerpos y sin darnos cuenta, nos fuimos mimetizando con el ambiente y transmutando en seres más sociables, a partir de ese momento en mis recuerdos hay escenas cortadas, recuerdo estar abrazado con Leonidas y otros tres metaleros cantando una canción que se reproducía en la pantalla del plasma, se suponía que ellos venían con una docena de metaleros que celebraban un cumpleaños al igual que nosotros, brindábamos y compartíamos pensamientos intolerantes que teníamos en común. Miré hacia el lado y vi a Cesar en lo suyo con una gótica pelirroja con cara de ratón, a Fernando; el hombre de los ataques psicóticos en un rincón observando el panorama y a Oscar junto a Mario brindando con unos trasher. 
Pasó un minuto y mientras compartíamos con unos perfectos desconocidos, de quienes lo único que recuerdo es que eran de Osorno, se escuchó estrepitosamente la voz de Oscar:
-¡Sueltame la pierna maricón!- Giramos nuestras cabezas y vimos a Oscar de pie frente a tres trasher, lo siguiente me pareció transcurrir en cámara lenta.


Oscar acertó un combo el "lo hocico" a uno, se giró y arremetió contra la quijada de otro y agarrando del pelo al tercero, le partió la nariz de un cabezazo, luego como sin fuera una película de Tolkien, miles de criaturas mutantes se abalanzaron en dirección a Oscar, y con la esperanza aún de detener el conflicto, quise evitar que la criaturas se le acercaran. La buena intención se me quitó al recibir un puñete de parte del joven con el que hasta hacía un minuto atrás brindaba alegremente, entonces comencé a abrirme paso golpeando a todo aquel que no conocía, tomé dos botellas y las lancé hacía la turba sin saber a donde habrán ido a parar, vi entre medio de la confusión a Fernando lanzando sillas por el aire y divisé a mi izquierda a Leonidas en el momento justo en que recibía un puñete de forma maletera, a los demás no los pude ver. 


Todo eso transcurrió en unos sesenta segundos, de pronto subieron los guardias y arrojaron a Fernando por las escaleras, dieron unos lumazos a unos góticos que no tenían nada que ver y  golpearon con bastones eléctricos a todo lo que se movía. Así fue como una treintena de personas fuimos expulsadas del antro. Estando afuera vi como salían metaleros con el hocico roto, trasher`s cojeando y mis amigos algo desorientados, de pronto nos dimos cuenta que Cesar aún no salía, y pensando que lo podían estar empalando ahí dentro fuimos a patear la puerta metálica, hasta que salió muy campante con la gótica pelirroja del brazo.
Al ver al retén móvil que se acercaba desde la Plaza España, decidimos movernos rápidamente, próxima parada; Cerro Caracol, en donde tratamos de recordar sin éxito el motivo de la trifulca.



25 de noviembre de 2011

9. El origen de sus úlceras


María le preguntó Jorge:
- Y si yo al final decidiera quedarme con Luis, ¿tu seguirías estando cerca de mí? ¿Seguiríamos siendo amigos?.
- Claro que si, te amo demasiado como para estar lejos de ti. Respondió Jorge para no demostrar ni una sola gota de egoísmo en sus declaraciones, la verdad era que la amaba demasiado como para para tratar de influir en la decisión que ella iba a tomar, aunque en realidad por dentro la incertidumbre le devoraba las entrañas.

Luis por el contrario, le dio un ultimátum, "es él o yo", sin términos medios, para zanjar el dilema pronto, a él no le agradaba la idea de que María probara con ambos pretendientes para poder escoger al indicado, en realidad esa idea solo le agradaba a ella. Entonces María viéndose en apuros escogió el mal menor, decidió quedarse con Luis, porque de todos modos Jorge le había prometido estar con ella aunque no fuera el escogido, y por su sinceridad fue relegado a ser solo el segundo plato.

Hoy después de treinta y siete años, María sigue saliendo con ambos, y todas las parafernalias de telenovela venezolana, después de aquellas múltiples vorágines pasionales y los momentos llenos de tensión que le provocaron úlceras gástricas a Jorge, la situación sigue exactamente igual que en los viejos tiempos. Como si fuese un ciclo predecible, Luis o Jorge ponen en jaque a María y producen un quiebre, la hacen decidir y ella aprovecha para solicitar el doble de atención por parte de ambos, escoge siempre a Luis y Jorge asume el rol de mejor amigo mas algunos "privilegios extras", todo bien por un mes o dos, luego Jorge y María se enamoran nuevamente, hasta que Jorge o Luis la hacen decidir en un ciclo infinito.
María dice que sufre, quizás sea cierto, pero también goza por dos y eso es innegable, quizás sea que nunca aprendió el verdadero significado de la palabra amor, es posible, mucha gente vive en la ilusión de creer amar, quizás fueron las distancias abismantes o mas probable aun, es que su ninfomanía nunca tratada haya sido siempre la causa de su incansable búsqueda de afecto. No importa cual sea el motivo, a tus sesenta y dos años de vida, esperemos que puedas encontrar la piedra angular de tu extraña forma de querer.

23 de noviembre de 2011

8. El pie de frutos rojos





En un furgón adaptado vendiendo dulces, queques y berlines junto al hospital regional, vive Pancracia Tahona, conocida también como Cuasimoda entre los vendedores ambulantes de la cuadra. 

Pancracia se separó hace algunos años de su esposo en Temuco, de donde vino escapando de las pensiones alimenticias y de la gente que habla cantado, juntó el dinero de sus ahorros y se instaló con aquel puesto, sin embargo no todo iba tan jodidamente bien, el negocio no andaba y los dulces sofisticados de precio elevado no tenían ni tendrán cabida en la dieta universitaria adicta a la chatarra, hamburguesas vegetarianas y galletas de avena. El resto de la comida no es proletaria.
Un día bien tarde mientras preparaba unos strudel, desconcentrada y aturdida como de costumbre, una batidora cercenó su dedo meñique, el que inevitablemente fue a parar dentro del bol en donde preparaba la masa, dudó por un momento, pero sabía que nadie la estaba mirando, entonces tomó unas cuantas frutillas, moras y frambuesas y decidió hacer un innovador dulce.
A la mañana siguiente, un grupo de hambrientos estudiantes de ingeniería que acababan de dar un certamen fueron atraídos por el novedoso pie de frutos rojos.
-¡Que delicia!-. exclamaban los jóvenes. Dos horas duraron los sesenta dulces y además durante la tarde llegaron muchos estudiantes pidiendo el famoso pie, sin duda Pancracia debía volver a preparar más dulces para el día siguiente, pero su racionalidad le impedía mutilarse por un par de billetes. Entonces Cuasimoda tenía todo un dilema en la cabeza, cerró el boliche y salió a tomar un poco de aire, cruzó la calle y se fue a fumar un cigarrillo sentada en uno de los costados del arco de medicina, fue allí donde vio cómo desde el malabar salió un joven afirmado en los mocos de tan ebrio, apenas se arrastraba y un perro le había robado una zapatilla. Cuasimoda pocas veces había corrido tan deprisa, fue hasta el el furgón a buscar el cuchillo de cocinero y volvió hasta el joven, en una rápida intervención solo tomó lo que necesitaba, los meñiques.
Pancracia Tahona hoy en día es una exitosa empresaria dedicada al rubro de la pastelería, tiene varios furgones repartidos en Concepción y sus pie de frutos rojos tienen un éxito sin igual. Las noches de fin de semana se le puede ver merodeando a las afueras de los locales cerca de la plaza perú.