Inicio

Mostrando entradas con la etiqueta No clasificados. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta No clasificados. Mostrar todas las entradas

28 de mayo de 2012

14. Azul Piedra



Hace algún tiempo, cuando te preguntaba cuanto me querías, me respondías con un "poquito". Mis ojos se apretaban junto con mi boca en una reacción infantil casi innata, te decía que era mentira, me reía para ocultar detrás de la pública sonrisa una sensación de pica, y sentía la agria esencia de la bilis formando pequeños nudos en mi garganta, antes de alcanzar a reaccionar ya tenía tus labios presionando sobre los míos; y ya poco importaban las conjeturas que hubiese podido concebir en esas fracciones de segundo. 

Hace algún tiempo, descubrí que cuando te preguntaba cuanto me querías, tus ojitos, esos universos de azul piedra,  brillaban como galaxias haciendo explosión, y tus respuestas, esas proyecciones de cariño tan externas como efímeras ya no me interesaban, ya no necesitaba de ilusiones caprichosas para quererte ni de estímulos físicos para dimensionarte.

Entonces cierto día en medio de una lluvia de hojas amarillas repetí el ritual, aparté los dorados cabellos de tu frente, acaricié tu carita de muñeca y dejando allí mis manos esperé al silencio cómplice, te pregunté cuanto me querías... pero ya no era tu respuesta lo que esperaba, sino la inmensidad del vacío y la luminosidad de esa lluvia de estrellas detonando y consumiendo todas las inseguridades que alguna vez la ilusión me hizo padecer.

17 de noviembre de 2011

2. Los sabios consejos de la ventana polvorienta


Quizás solo quiera concretar esa cita para vengarme, quizás no tenga nada claro, quizás nos terminemos besando compulsivamente, quizás tome a propósito la micro equivocada y dedique esa tarde a viajar por los lugares mas recónditos de la inter-comuna buscando la respuesta en el reflejo de una ventana polvorienta. Ciertamente alguna vez pasó, terminé en algún lugar de Michaihue con una moneda de cincuenta, dos peluzas y un tazo de pokemón en el bolsillo. Cuarenta y tres minutos antes todo comenzó con un confuso diálogo entre un chofer con poca modulación y yo, el típico joven que solo conocía su parte de la periferia de la ciudad, quizás el destino haya querido que un chofer de poca monta se haya hecho el loco sobre la ruta de su máquina para quedarse con mis preciados ciento veinte, quizás mi memoria selectiva tomó lo que quizo de esta historia para darle el toque romántico que yo no le pude encontrar. Los sucesos transcurridos durante esos 18 kilómetros de regreso no pudieron ser recordados al momento de la redacción.