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9 de julio de 2012

16. Oda a un buen gato




Compartí con un gato, usaba sombrero mejicano, 
de obscuro y buen bigote, jugábamos carioca,
decía ser sacerdote, una especie de druida pagano,
firmes como roca, apostábamos cortos de tequila.
Su abuelo era un ocelote, el mío cualquier fulano,
me hablaba desde la psicodelia de sus pupilas,
absorto con mi amigote, en una fila de  cortos
servidos por un gato burlote y bohemiano.
Aborto de los islotes de realidad, el felino los mutila,
los hundimos y en bendito alcohol salimos a flote
con brebajes etílicos, lejos de los profanos puritanos,
en el idílico sueño de repartir azotes y apuñalar hemofílicos,
somos esta noche quijotes de lo psicoactivo y arcano,
somos vidrios vomitivos estallando en una conciencia tranquila,
lo espontáneo, caótico e instintivo, pirómanos de lo cristiano,
el gato druida es un dientes de sable iracundo y subversivo,
¡Compulsivo brotará el niache de tu cuerpo robótico, gusano!,
volarán los remaches y te descubrirás humano, moribundo y depresivo,
neurótico, repulsivo, biótico, un pasivo esclavo diluviano,
un cerdo compasivo en el pantano erótico de los sentidos.
Gato de espíritu libre y ofensivo destruye los egos,
conflagra a los borregos y que ardan entre fuego y alaridos.