Sentada en la bruma y roca en la superficie del delirio, la ola que revienta y choca hizo espuma aquel martirio. En los arrecifes espera que en la playa vi culebras, mi nueva era tu enredadera, de ojos rubios y pelo azul.
Adiós mi Ginebra fiel, en lo vacuo y su hebras voy bebiendo hidro miel, perdón por las culebras serpenteando en nuestro riel y la hiel de tus vertebras.
Escupiré con furor bilis en tus labios cariño, como aliño un delirio de fiebre abrumador, quemaré el pesebre de nuestro amor de niños, los lanzaré alegre al aire, al mejor postor, para que se disipe este lúgubre vapor dañino, decantar el licor de esta gripe y asesinar la flor de la ilusión regada con sudor letárgico y mezquino, suena trágico, dulce hada que no siente amor, agridulce y mágico, osada súcubo clandestino, que ninguna de aquellas veladas en que cantaba el Ruiseñor, ni de bella luna isleña y plateada alumbrando el camino hayan dejado una extraviada huella en tu corazón.
A la vista del blando profano, Todo poeta parafraseando al futuro, es profeta, transmutando lo claro en obscuro, sacralizando lo que siempre fue humano, mas al disparo de cianuro sobre lo arcano, ningún ignaro, por ser de espíritu inseguro, sacrifica lo mundano, para mutar lo obscuro en claro.